El muralista chileno, discípulo de Diego Rivera, es un hombre sabio, que no presume de su talento y vastos conocimientos. A sus 83 años conserva el talento y la juventud de sus ideas.
- ¿Cómo nace su amor a la pintura y al muralismo?
Yo recuerdo que cuando siendo un muchacho veía a mi padre que pintaba y grababa. Una vez vi una ilustración en la revista Zig-Zag que era un mural del Giotto, que representaba a Jesucristo con Lázaro. A mí me impresionó, no el hecho religioso, sino la composición de la obra. Yo le dije a mi padre: “Esta pintura me gusta... es de este porte”, y mi padre me dijo: “No hijo, eso es un mural”.
Luego me explicó qué era un mural. De allí en adelante me quedó marcado el mural, como un significado más abierto. Más tarde ingresé a Bellas Artes, a los talleres de dibujo a estudiar pintura mural.
- ¿Cuál es su vinculación con la pintura mexicana?
La pintura de mural mexicana es un hito en la historia del arte. En un momento México fue el centro de atracción para todos los artistas latinoamericanos. El gran propagador del muralismo mexicano es José Vasconcellos, Ministro de Educación de ese país, que en la década de los 30 planteaba que el atraso de México era producto del latifundismo, del clericalismo, del feudalismo, lo que debía ser conocido por el pueblo analfabeto. La forma de conocer dichas injusticias fue el mural.
- Sin embargo en Chile no se da el mismo proceso; en México la pintura mural fue institucionalizada, en Chile no se produce esa simbiosis.
No, pero de algún modo la Escuela de Bellas Artes tenía desde el año 1936 una cátedra sobre el mural. Lo extraordinario es que el director era Laureano Guevara, que no estuvo nunca en México. Tomó el gusto por el mural en sus correrías por el norte de Europa, donde los murales tenían una expresión diferente. Él llega a Chile planteando qué se debía enseñar el mural con ideas europeas...
Instalado el curso en Chile, la cátedra trasciende en toda América, y la mayor cantidad de alumnos de la cátedra no eran chilenos, sino peruanos, bolivianos, colombianos y hasta panameños.
- ¿Por qué se da ese fenómeno?
Chile estaba alcanzando una dimensión de cultura y de educación muy alta durante el Frente Popular. Chile es un polo de progreso, en un equilibro con México.
- Entonces México es el centro de impulsión del norte y Chile el del sur.
Claro, aparece una unión de artistas peruanos, bolivianos...
- ¿Cuál es el motivo pictórico que estudian estos artistas del cono Sur, que los diferencia con los mexicanos?
Somos discípulos de Laureano, que no desdeñaba ningún tipo de muralismo; Chile fue una síntesis entre el muralismo europeo y mexicano.
- Curiosamente en la pintura mural es gravitante el hecho de la llegada de David Alfaro Siquieros a Chile después del terremoto de Chillán.
Sin duda, porque las pinturas de la Escuela México en Chillán rompen con la perspectiva tradicional y es una pintura que te envuelve e integra al espectador al espacio pictórico. Porque, curiosamente, en Chile no se hacían murales. Lo único que existía eran los vitrales que había hecho el maestro Laureano en el Seguro Obrero. La llegada de Siquieros es un campanazo, porque los muros públicos se llenan de arte.
Fue por este motivo que la Escuela de Arte de la Universidad de Chile se dividió en dos: los artistas plásticos y los muralistas, que nos motejaban de mexicanistas, de “monos de patas grandes”, que no respetábamos las proporcionalidades..... Tanto es así que los jóvenes plásticos que eran contrarios a nosotros se toman el poder en el centro de alumnos y nos echaron a combos... La pintura mural nació entre conflictos que duran hasta el día de hoy.
- ¿Cómo nació su mural Homenaje a los Trabajadores del Salitre y Gabriela Mistral, del año 1947?
Después de Siquieros, con esa técnica y estética. Nos dimos a la tarea de hacer una pintura que se comunique con la sociedad. El Frente Popular hizo un concurso, el año 1943, para hacer un mural en la Estación del Tren de Concepción, concurso que ganara Gregorio de la Fuente, ayudante de Laureano Guevara. La pintura mural chilena se hace conocida. Yo entré a Bellas Artes, el año ’41 con Carmen Cereceda. Sucede que en la Universidad sólo pintábamos al fresco, técnica de mucha elaboración, pero que no permitía conservar la obra... Y los alumnos pintábamos en el mismo muro, así que forzosamente las obras se destruían.
Yo dije esto no puede ser, se están destruyendo obras notables... Organizamos una asamblea; planteé que los buenos trabajos fueran hechos en colegios. Me nombraron para ir al Ministerio de Educación para entrevistarme con el Ministro y promover la idea. No me dejaron ver al Ministro, pero le dejé una invitación para que asistiera a nuestra exposición. Afortunadamente el secretario del Ministro era amigo de unos familiares míos, y le llegó la invitación.
Después de la exposición tuvimos la entrevista con el ministro David Marshall. El Ministro nos preguntó de qué viven los muralistas si tienen que destruir sus obras... - “Bueno de nada... porque esto no tiene comprador... ”. - “¡Ah no! Yo soy economista -dijo- pero toda actividad humana debe tener su correspondiente remuneración, así que desde el día de hoy, son profesores de dibujo en escuelas primarias”. Posteriormente yo sería Rector del Liceo Experimental Artístico.
Se había hecho el Centro de Niños Abandonados Juan Antonio Ríos, que lamentablemente después se destruyó, donde realice el mural a Gabriela Mistral. Los primeros murales se realizaron allí con dineros de la Universidad de Chile, gracias a la intervención de Juvenal Hernández. Mi mural es porque Gabriela había recibido el premio Nobel.
- Ese mural está pintado antes que Usted viajara a México.
El mural me permitió viajar a México y trabajar con Diego Rivera.
- Y después repara los murales de Chillán.
Fue un reto, porque nadie se atrevía a reparar el muro norte y el cielo no existía, un vendaval había arrasado los murales. Yo recogí con una bolsa plástica los trozos de pintura del suelo.
- Era un rompecabezas. ¿Fue una reconstrucción difícil?
Recompuse los murales con fotografías en blanco y negro... Y el color de los trozos de pintura que había recogido.
- Se piensa que la mejor época del muralismo se desarrolla durante la Unidad Popular y la dirección de Nemesio Antúnez del Museo de Bellas Artes.
Esa era una época de entusiasmo y optimismo. Antes del ’73 yo había realizado varios murales, desde los años ’50 a los ’70. Florece la cultura del mural, se continuó el legado de Siquieros.... Yo me encuentro enseñando Educación Plástica. Hay una parte de la cultura de la Nación que nunca había sido llevada al arte, sin controles, todo el mundo puede ver, conocer, buscar y admirar las pinturas... La pintura abandona el museo.
- Luego vendrá la época oscura y la prohibición de este tipo de arte, usted sobrevivirá pintando cuadros de pequeño formato, hasta que pinta una Iglesia Ortodoxa griega. Siendo un agnóstico, ¿cómo se explica un Marcos pintando motivos religiosos?
La Iglesia Griega Barroca Bizantina, la edificó el cónsul general de Grecia, y un millonario griego que falleció poco tiempo después en la laguna Rapel, en 1983. Yo conocía el Centro de Cultura Griega. El arquitecto de la obra era un amigo, Fernando Román. Me dijo que en este tipo de iglesias tradicionalmente la fachada debe tener a la Virgen que recibe, pidiéndome ayuda para hacerla.
Se construyó el mosaico de entrada. Yo entré a la Iglesia de la mano de mi amigo.
Las autoridades encontraron notable el mosaico y me pidieron que realizara todo el Iconostacio, al estilo bizantino. Yo les dije que haría el Cristo, para que vieran mi solvencia como pintor. Pinté tratando de ser lo más bizantino posible.
Les gustó mucho y me pidieron que pintara toda la iglesia con veintitrés figuras. Cuando presenté el presupuesto ante el cónsul griego, para ellos el presupuesto era insalvable, me señalaron que existían pintores griegos que podían hacerlo por la mitad del dinero.
- ¿Cómo salvó ese problema?
Con amor propio, yo les dije no puedo hacer estos y me di media vuelta... Estoy saliendo de la oficina, y me dije resueltamente que yo les demostré que lo puedo hacer y van a venir griegos... ¡Lo hago…! Volví y acepté.
- Pero esas pinturas son Fernando Marcos y no pinturas Bizantinas puras... no es una reproducción.
Hay una transmutación, son personas dibujadas y pintadas con mi estilo. Uno tiene que tener una condición de ser, o sea, yo tenía que adaptarme, y los dilemas crean nuevas soluciones plásticas.
- Como sucedió en el mural de San Miguel.
Claro; nunca yo había pintado con cerámica esmaltada y esa debía ser una obra resistente. Con el auspicio de un alcalde pude realizar dicha obra.
La dictadura había hecho el edificio del Municipio y en el muro curvo exterior lo había construido para colocar dos discos en relieve uno con el escudo del Municipio y otro con el Escudo Nacional. El alcalde de Aylwin me dijo: “Marcos, no podríamos hacer un mural...”. - “Claro le dije yo”. Lo conversamos, lo primero fue hacer un ante-proyecto.
- Claro, ahí trabaja con figuras institucionales: la familia, el amor, el deporte...
Yo trabajo con la figura simbólica. Era el renacer de la democracia.
- Y ahora ha ganado un concurso para hacer un mural en el metro de Estación Central. ¿Encontraremos a un Marcos distinto al de la Gabriela, al de la Iglesia y al de San Miguel?
Sí, porque este es un largo proyecto presentado hace ocho años. El motivo es la poética de la vida nacional. El tren todavía es un personaje que quiere ser usado; los que lo conocieron lo añoran, los que lo conocen les gusta... La vía ferroviaria está viva en la imaginación de todo el mundo.
El extraordinario mural de Fernando Marcos, Historia del Ferrocarril en Chile (2006-2007), que se debería haber plasmado en las paredes del metro Estación Central. Lamentablemente es otra obra la que ocupa su lugar.
- El tren significa viaje con destino, el metro significa tránsito de un lado a otro...
El tren es una aparición de viñetas tanto humanas como de la Naturaleza, es romántico... Una búsqueda de la imaginación donde surgen figuras y paisajes.
- Creo que Usted siempre está buscando nuevos derroteros y no se queda en la misma temática...
Yo creo que tanto como hay cambios en la sociedad, tienen que existir cambios en el artista, si yo soy romántico ese romanticismo debe ser aceptable... O sea, uno siempre tiene que creer que todo ser humano tiene un tesoro de amor. Como en la vida humana cada etapa es distinta con un mismo denominador interno.
Pero yo todavía creo en la poesía y en el ser humano, que puede hacer posible recuerdos, ensueños y avizorar futuros...